Durante años estuve pensando que tener un cuerpazo me haría muy feliz. Cuando llegó el momento en que tomé la decisión de bajar los 20 kgs extras que me había dejado mi segundo embarazo, en realidad lo hice por miedo, porque me dijeron que estaba a unos pasos de la diabetes, eso me asustó mucho y puse manos a la obra empezando a comer sanamente y a hacer ejercicio. Después de 18 meses había bajado los 20 kgs.
Sin embargo no estaba satisfecha con mi cuerpo. A pesar de mi miedo, me sometí a una cirugía plástica que fue como una operación de caballo, de cadera a cadera, me fue muy bien, no hubo dolor, estaba muy emocionada porque ya tendría el cuerpo soñado.
Sin embargo, cuando me veía al espejo seguía sin gustarme, seguía pensando que podía ser mejor. Aquí comprobé que en realidad eso no me hacía feliz, poco a poco el sabor del triunfo se fue diluyendo. Seguía obsesionada con verme mejor. Había puesto mi felicidad afuera, y por lo mismo empecé a deprimirme.
El proceso de aprender a amar mi cuerpo ha sido largo, requirió aprender de otras personas que han pasado por una situación similar a la mía, de estudiar nutrición y salud holística, pero sobre todo un encuentro real y sincero conmigo misma.
Así comprobé en carne propia que la felicidad no es una meta, la felicidad es el camino. Recuerdo cuando tomé la decisión de bajar de peso por salud, me emocionaba por ir al gimnasio cada día, por ver como iba perdiendo peso poco a poco, por hacer elecciones más saludables de comida, y cuando llegué a mi meta, mi felicidad se empezó a esfumar, qué increíble no?
Cuántas veces has pensado que serás feliz cuando logres bajar esos kilos extras o cualquier otra meta? Y cuando lo logras, te das cuentas que no eres tan feliz.
Es muy común que a pesar de haber bajado muchos kilos vuelvas a recuperarlos y esto es porque aunque tu cuerpo haya cambiado, tu mentalidad, pensamientos y creencias que originaron tu sobrepeso permanecen intactas.
Para tener un cambio permanente es necesario que llegues a la raíz de donde todo empezó. La base de todo es como te ves a ti misma, tu autoimagen. No eres infeliz porque has subido de peso, has subido de peso porque no eres feliz.
Esto ocurre cuando te desconectas de tu verdadero ser. Pero cuando te das cuentas que eres mucho más que un cuerpo, que eres parte de algo mucho más grande y poderoso que tu, empiezas a conectar nuevamente con tu esencia divina y los cambios verdaderos empiezan a ocurrir.
Por otro lado, puede ser que hayas logrado tu meta, ya bajaste esos kilos, entonces vas del odio que sentías hacía tu cuerpo al miedo de recuperar el peso. Entonces empiezas a perderte el placer de la comida. Prefieres no brindar en tu fiesta de aniversario porque esa copa te va a engordar, no comes el pastel de cumpleaños de tu hija porque se acumulará en tu cintura. Y cuando llegas a sucumbir ante cualquier alimento considerado por ti “malo” te sientes totalmente culpable y te auto castigas haciendo dietas de privación o ejercicios extremos.
Sin embargo, si hay esperanza de una transformación verdadera, de un cambio permanente que no solo se trata de bajar esos kilos de más, sino de reconciliarte con tu cuerpo, tu peso y con la comida.
Mi camino y experiencia en este tema me llevó a buscar otros caminos, que van más allá de la comida, tienen, la clave es conectar mente, cuerpo y espíritu para un cambio permanente. La base del verdadero cambio es el amor propio, el amor a ti misma.
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Vive con Pasión!!!!
Sandra Peniche
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